BTS está de vuelta: el mapa estelar de mi existencia vuelve a brillar

Sin embargo, antes de continuar con esa ruta planificada, siento que debo hacer una pausa. El regreso de BTS ha sido tan impactante para mí que necesito dedicarle espacio para reflexionar sobre lo que este momento representa.

En primer lugar, debo decirlo sin reservas: la emoción que sentí al saber que volvían fue infinita. BTS es una de las pocas bandas contemporáneas que admiro y que aún sigue activa —y no solo eso, sino que continúa haciendo giras mundiales—. Aclaro esto porque tengo 37 años y gran parte de mi corazón late por géneros musicales de otra época: Jazz, Soul, Rock and Roll, Reggae… estilos que hoy suenan distintos o simplemente ya no están en los primeros planos de la industria. Y aunque sigo y disfruto música nueva, muchas de las bandas o artistas contemporáneos que llegaron a gustarme con el tiempo desaparecieron o se disolvieron.

Por eso, ver a BTS de vuelta no solo es noticia: es una celebración. Una doble celebración. Porque no solo significa que ellos siguen ahí, construyendo, creciendo y compartiendo su arte, sino que, para mí, es un recordatorio de que algo que amo profundamente también sigue vivo. Y eso, en medio de tantos finales musicales, es un verdadero regalo.

Cuando ellos regresaron, no fue solo un anuncio, ni una canción nueva, ni siquiera una actuación perfecta bajo los reflectores. Fue algo más profundo: fue como si se hubiese encendido otra vez esa brújula interna que creía dormida, ese faro que me guía desde que escuché por primera vez Make it Right y sentí que esa melodía me conocía antes de que yo misma pudiera reconocerme.

Hablar de BTS para mí nunca ha sido solo música. Es un viaje al interior, un espejo que se mueve con cada nota, una puerta que se abre hacia versiones mías que aún no sabía que existían. Y cuando desaparecen, aunque sea por un momento, siento que también se va una parte de ese rumbo que encontré gracias a ellos.

Por eso, su regreso siempre significa más que presencia en escena. Es como si alguien volviera a trazar las líneas de mi propio Map of the Soul, esos senderos invisibles que me conectan con mis motivos, mis preguntas, mis deseos de seguir siendo la mejor versión de mí misma.

En cada canción, en cada palabra de RM, en cada suspiro de Jimin o risa de J-Hope, encuentro nuevas formas de pensar, de sentir, de actuar. De existir, como si mi propia identidad fuera un disco en constante edición, con nuevas versiones de mí sonando en bucle, y ellos fueran los productores de mi proceso de autodescubrimiento.

Regresan ahora, y con ellos, también renace algo en mí, un espacio donde puedo ser compleja, contradictoria y evolucionar. Donde puedo usar mi máscara y quitármela. Donde puedo naufragar y seguir navegando. Porque BTS no solo canta: me recuerda que tengo un lugar en este universo, incluso cuando siento que estoy perdida.

Así que sí, hoy celebro su vuelta… pero también celebro que, gracias a ellos, mi mapa estelar vuelve a brillar.

Gracias BTS.